viernes, 8 de junio de 2012

Un Milagro



Esperando un Milagro  Diplomático




Hace unas semanas en este mismo blog adelantaba que si la misión de paz de Kofi Annan fracasaba habría que aplicar un plan B en Siria. Los pronósticos pesimistas se han cumplido: Kofi Annan ha admitido su fracaso. El desequilibrio entre las partes y el rechazo de ambas a una solución pacífica convirtieron al proceso de mediación en una misión imposible.

El gobierno de El Asad ha perdido toda legitimidad para representar al pueblo sirio. En contraste con la parálisis del Consejo de Seguridad, el Consejo de Derechos Humanos ha convocado tres sesiones extraordinarias para estudiar la situación en Siria en las que se han condenado los ataques del ejército sirio sobre la población civil. Ademas, la Asamblea General de Naciones Unidas en una resolución adoptada por una rotunda mayoría denunció la represión del régimen sirio.

Una intervención armada en este caso parecería estar suficientemente legitimada. Pero la cuestión es si se puede arreglar la situación en Siria con una intervención militar o si, por el contrario, estaríamos agravando y alargando el sufrimiento del pueblo sirio si se tomase la decisión de usar la fuerza contra el régimen de El Asad.

Muchos de los que abogan por una intervención armada creen genuinamente que ésta puede contribuir a detener las masacres,  debilitar al ejército sirio y conducir al arresto de Al Asad (y digo bien, arresto - por favor-  y no ejecución sumaria!).  Pero es realmente difícil imaginar que el uso de la fuerza produciría con facilidad todos estos resultados. De hecho, cabe sospechar que podría llegar a ser contraproducente. Lo sería si el conflicto se extendiera a los países vecinos o Irán se decidiese a dar apoyo militar a Siria. Toda la región se desestabilizaría con consecuencias imprevisibles. Y, en todo caso, la experiencia reciente en Libia, demuestra las dificultades de la estabilización post-conflicto, que se multiplicarían en Siria con una oposición claramente fragmentada.

Kofi Annan ha pedido unidad a todos los países que pueden influir en la resolución de este conflicto, incluyendo a Rusia y a China, pero también a Turquía así como a los países árabes. Desde Rusia se ha sugerido la celebración de una conferencia sobre Siria con la participación de Irán. El ex secretario general de Naciones Unidas también está abogando por incluir a Irán en el proceso de búsqueda de una solución para Siria. Estados Unidos, Francia y Reino Unido han rechazado la propuesta, expresando sus reticencias a incluir a Irán en las negociaciones. Estos remilgos no tienen sentido cuando se está todavía intentando negociar con El Asad. Incluso aunque sea verdad que Irán puede intentar boicotear el diálogo, es mejor tener al spoiler dentro del proceso que fuera.

Estamos ante una situación dramática, cuyas consecuencias se agravan, como indica Richard Falk, por la ausencia de mecanismos institucionales globales o internacionales que puedan contribuir a detener a un gobierno embrutecido. El Estado sigue siendo una pieza esencial de la sociedad internacional y demasiadas veces se convierte en una trampa (mortal) para sus habitantes. A largo plazo, hay que seguir impulsando la democratización de los Estados y la humanización de los gobiernos. Entre tanto deberíamos de proveernos de mecanismos de actuación eficaces en estos casos. La reforma del Consejo de Seguridad parece más necesaria que nunca. Puede que Rusia y China tengan buenas razones para oponerse al uso de la fuerza en esta crisis, pero no tiene ningún sentido que hasta hace pocos días se hubieran negado a condenar la represión del gobierno sirio y continúen resistiéndose a la adopción de sanciones. Tuvo que producirse la matanza de Hula para que rusos y chinos dieran su visto bueno a una declaración del Consejo en que se condenaba unanimemente la masacre.  Esto es inadmisible. Debería plantearse seriamente una responsabilidad de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad por omisión del deber de actuar para tratar de impedir la comisión de crímenes internacionales (en el asunto Bosnia v. Serbia (2007) el TIJ declaró la responsabilidad internacional de Serbia por no haber intentado impedir la matanza de Srebrenica). Los países que gozan del privilegio del derecho de veto deben demostrar que están a la altura de sus responsabilidades.

La responsabilidad de proteger de la comunidad internacional no se limita al uso de la fuerza y puede incluso desaconsejarlo. Si queremos ayudar a los sirios, hay que incrementar la presión sobre Rusia y China para que dejen de apoyar a El Asad. Hay que intentar negociar con Irán. Y hay que, sobre todas las cosas,  evitar una guerra civil.  Formidables retos. El milagro que puede aliviar el sufrimiento del pueblo sirio (la cruz roja advierte que un millón y medio de personas necesitan ayuda humanitaria) sólo puede llegar por la vía diplomática.






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